lunes, 20 de agosto de 2012


Ya lo decía Aristóteles hace muchos siglos. Y sigue siendo cierto. Yo recuerdo con gratitud lo que aprendí del corazón de mis maestros, pero reconozco que ellos habrían sembrado poco si en mi casa mis propios padres no hubieran preparado el terreno, educando, como ellos supieron, mi corazón, mi inteligencia y mi voluntad.

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